Pensé que trabajaría en un banco hasta que muriera. Pero por circumstancias me vi forzado a empezar un guerra contra el banco.
Entré a trabajar en un banco a través de una empresa de trabajo temporal. Tenía el famoso contrato de obra y servicio. La realidad, es que estaba realizando un trabajo como empleado del banco.
Después de tres años, el director de mi oficina me dijo que seguramente pasaría a plantilla.
No me gustaba mi situación contractual en ese momento, pero al decirme eso, pensé que valía la pena esperar.
Unos meses más tarde, el director tuvo un ataque de sinceridad y reconoció que finalmente no me harían fijo. En ese momento, empecé a pensar en tomar medidas.
Estaba cansado de tanta precariedad laboral. Realizaba el mismo trabajo que las personas que estaban en plantilla, pero con una diferencia de salario y beneficios sociales enorme.
Al haber estudiado derecho laboral, sospechaba que mi situación era irregular. Antes de nada, empece a buscar información para asegurarme que tenia un base legal.
Después de consultar diferentes webs especializadas, parecía que tenia la ley de mi parte.
De cualquier manera, estuve meses pensando en demandar al banco o no. Como puedes imaginar es algo muy serio.
Por mucho que parecía tener la razón, no había ninguna garantía. Podía ganar o perder.
A parte, el banco podría hacerme la vida imposible. Nunca sabes que medidas van a tomar.
Ví como esta misma empresa, despedía a mujeres embarazadas que habían estado trabajando allí durante años. No se puede caer más bajo.
Después de darle muchas vueltas, decidí tirar el proceso adelante. Primero le envié un requerimiento al banco para que regularizaran mi situación.
Pare ello utilize un servicio legal online. Quizás va bien para recurrir multas, pero para este tipo de caso no servio para nada.
Ignoraron por completo mi requerimiento.
Busca a un profesional
Rápidamente entendí que debía buscar la ayuda de un profesional serio si quería afrontar una demanda contra el banco con algunas posibilidades.
Por suerte, la novia de mi hermano era abogada y pudo recomendarme a la persona adecuada.
Fui a visitar a dicho abogado con todos los documentos que tenía. Él se lo miro todo y me dicho que había base para presentar una demanda. Aunque como todo buen abogado, me dijo que no había nada seguro.
Que la ley dice una cosa, pero que luego pueden haber diferentes interpretaciones. Firme una hoja para darle los poderes y lo deje en sus manos.
Inmediatamente note la diferencia con el servicio online. Mi abogado envió una carta al banco y en menos que canta un gallo, se pusieron en contacto con él.
Mi abogado requirió que el banco me pasara a plantilla y me pagaran la diferencia salarial de todo este tiempo. Pues los que están en plantilla cobran más y tienen beneficios sociales.
Como el banco no accedió, mi abogado presento una demanda al juzgado. Allí empezó el proceso que duraría unos seis meses. Ya sabes que la justicia es lenta.
Desde el principio le deje claro a mi abogado que no quería negociar. Quería justicia.
Durante ese tiempo, la empresa de trabajo temporal empezó a hacerme ofertas económicas. Lo que ignoré por completo.
El principio de esta situación fue una mierda. No tenia ganas de ir a trabajar. De hecho, ya hacía tiempo que no tenia ganas. Estaba totalmente desmotivado al ver que el banco no entraba en razón.
Después de unos meses decidí tomármelo con calma. Pensé que sería un proceso largo y que en realidad, el tiempo jugaba a mi favor. Pues cuanto más se alargara, más dinero recibiría. Y a parte no me podían echar, pues al haber una demanda por medio, sería improcedente.
¿No es genial?
Aunque parecía que estaba claro, siempre quedaba la duda de si ganaría o no. El abogado me dijo que había suficiente información para presentar una demanda, pero que con la justicia nunca se sabía.
De cualquier manera, personalmente tenía bastante confianza en la victoria.
En una ocasión, la empresa de trabajo temporal, bajo la que estaba contratado, me llamo para ir a sus oficinas y hablar con ellos.
Eso me asusto bastante, la verdad. Antes de ir, llame a mi abogado.
Él me comento que no debía preocuparme, pero que grabara la conversación, por si acaso. Ese comentario no me tranquilizó demasiado.
Fui a la oficina de la empresa de trabajo temporal. Dos mujeres bastante agradables me esperaban en una oficina enorme y muy fría para hablar conmigo:
– Hola Albert, ¿cómo estás? ¿Has pensado en llegar a un acuerdo?
– Yo no se nada. Esto lo lleva mi abogado. – respondo.
– Piensa que esto es una situación complicada. El banco no está contento con esto. Nosotros estamos dispuestos a darte esta cifra. – me enseña una hoja con una cantidad de dinero.
– Ya, lo que es mejor si habláis con mi abogado.
– Es que él nos comenta que no quiere llegar a un acuerdo. – insiste una de las mujeres.
– Pues yo de verdad que no sé. Él lo lleva todo. – insisto.
– Piensa que puedes aprovechar la situación. Ya sabes que hay muchos despidos en los bancos últimamente. Ahora puedes sacar ventaja del momento e irte con un dinero extra. Seguramente más adelante no podrás hacerlo.
– Entiendo, lo que comprende que yo no tengo ni idea de esto. Todo lo lleva mi abogado.
– Vaya, que buen cliente. – no puede evitar decir una de las mujeres.
Creo que vieron que no podían sacarme de allí. Me repetí como un disco rallado. Ya lo dicen que a veces la mejor manera de ganar una discusión, es no entrar en ella.
No puedes discutir con un abogado sobre estos temas. Y menos con dos. Nos dan mil vueltas a todos.
Por muy dulces y encantadoras que parezcan estas mujeres, si pudieran me arrancarían los ojos. Les importa una mierda lo que me pase. Si me atropellara un coche al cruzar la calle, se les quitaría un peso de encima.
Utilizando a mi abogado, me mantengo a salvo. Es su trabajo.
El hecho, es que era todo lo contrario de lo que les decía a estas abogadas. Mi abogado seguía las directrices que yo le había marcado. No negociar.
He leído muchos libros de estrategia, negociación, derecho laboral y filosofía. Estaba usando todos mis conocimientos para luchar contra el banco.
Lo que más use fue la estrategia de confundir al enemigo. Les decía una cosa y mi abogado les decía otra. Lo que desconcertaba al banco.
Hubo veces que incluso disfrute con el proceso. Eso de verlos con la cara de no saber que estaba pasando fue genial.
Realmente solo quería que me dejaran tranquilo, hasta que llegara el día del juicio.
El día del juicio final
Finalmente llego el día del juicio. Obviamente fue un día laboral, con lo que tuve que ausentarme en el trabajo durante unas horas, pagadas.
¿No es genial?
Por la parte contraria, vinieron dos abogadas del la empresa temporal, un abogado del banco y el director de mi oficina.
Por mi parte, tenía a mi abogado y a otra abogada que trabaja con él.
También vienen dos buenos amigos a hacerme compañía. Lo que me dio una idea.
Le pregunté a mi abogado si teníamos que notificar a los de la parte contraria si venían testigos, y me dijo que no.
Sin quererlo, mis amigos me ayudaron para presionar todavía más, pues los del banco seguramente pensarían que eran dos testigos.
Y diría que así fue, porque vi como el director del banco se acerco disimuladamente para echar un vistazo, justo cuando ellos llegaron. Lo bueno es que él no los conoce. No sabe que son mis amigos.
Cuando ya estábamos en la puerta de la sala del juzgado, a punto de entrar, la abogada de la empresa temporal me hizo otra oferta bastante más elevada.
En solo unos segundos me vinieron muchas cosas a la cabeza. Valoré lo que representaba continuar trabajando en el banco y probablemente estar amargado de por vida.
Por otro lado, si aceptaba el dinero sería libre, y no tendría que verlos nunca más. Con esa idea en la cabeza entramos en la sala del juzgado.
Me impresiono mucho entrar en esa sala. Nunca había estado en un juicio. Solo lo había visto en las películas. Da mucho respeto.
No sabía como actuar. Mi abogado solo me dijo que fuera con cuidado de lo que respondo cuando me pregunte la parte contraria.
La Sala del Juzgado
Todavía desconcertado por la novedad de la situación, el juez empezó a preguntarme:
– ¿Usted a decidido llevar a cabo la demanda?
– Sí. – respondo intentando contener los nervios.
– ¿Han intentado llegar a un acuerdo?
– No.
– ¿No? ¿No quiere llegar a un acuerdo pactado? – pregunta el juez sorprendido.
– Me gustaría hacer justicia.
– Eso está muy bien. Es un concepto bonito lo de hacer justicia. La realidad puede ser algo diferente. Piense que en el caso que usted gane, pongamos el caso, deberá continuar trabajando en el banco. Imagine lo que puede ser eso, después de haberlos demandado.
– Ya pero, ¿qué hay de la justicia? A parte existe más gente en mi situación. – le digo al juez.
– Está muy bien que tenga esa visión. Por desgracia, hacer justicia en este caso, quizás no es lo mejor para usted. Ya le digo, en el caso que ganara. Que al poner la demanda, y por lo que veo aquí, entiendo que tiene motivos.
– Comprendo. – digo al juez, sin saber que más añadir.
– Mejor intenten llegar a un acuerdo. Les doy un mes de plazo. Procuren acercar posiciones antes de ese día.
No me esperaba eso. Me cogió totalmente de sorpresa. Salimos todos de la sala y nos quedamos fuera.
Inclusos con los nervios del momento, me di cuenta que el juez no solo me hablaba a mí. También le estaba lanzado indirectas a la parte contraria.
En otras palabras, les estaba diciendo que espabilaran, o lo tendrían mal. El juez nos estaba presionando a ambos para llegar a un acuerdo.
La abogada de la empresa temporal vino a hablar conmigo y me ofreció la misma cifra de antes, pero libre de impuestos. Le digo que no repetidas veces y se marcha.
Después de pensármelo durante un par de segundos y me vino una idea a la cabeza. Le dije a mi abogado que quería esa cifra, más los honorarios de él. De esa manera, si que obtendría esa cantidad neta para mí.
Mi abogado fue a hablar con la parte contraria durante unos cinco minutos. Cuando volvió, me dijo:
– La abogada de la empresa temporal se niegan en rotundo. – dice my abogado riéndose. Yo también me rio y digo.
– A mí me da igual. Aceptan o vamos a juicio. Y que les quede muy claro, no aceptaré ni un euro menos.
Lo último que dije, también era un mensaje para mi abogado. Sus honorarios eran bastante altos. Con lo que abrí la puerta, a que por voluntad propia, redujera sus honorarios para llegar a un acuerdo.
Pues lo último que quiere un abogado es llegar a juicio. Para ellos es mucho mejor llegar a un acuerdo económico. Son muchos menos dolores de cabeza.
No quiero dar la impresión que estaba bajo control todo el tiempo que duro la batalla judicial. Sufrí mucha tensión durante los seis meses, sobre todo al principio.
En alguna ocasión, pensé en dejarlo correr. Solo a partir de la mitad de todo el proceso, hasta el final estaba algo más calmado.
También fue duro mantener la calma en los momentos clave y jugar bien las cartas. Quedo claro que todo lo que aprendi en la universidad y sobre todo por mi cuenta, me ayudo enormemente.
Tres días más tarde
Un jueves por la mañana, solo tres días después, mi abogado me llama mientras estoy trabajando en la oficina bancaria:
– Señor Albert.
– Diga.
– Soy su abogado. Recoja sus cosas y venga a mi oficina.
– ¡¿Lo recojo todo?!
– Sí, todo. Ya no volverá a trabajar en el banco nunca más. Dígale al director que se va o simplemente váyase. Como quiera.
– ¿Han llegado a un acuerdo? –digo todavía en estado de shock.
– Claro, como acordamos. Venga aquí y hablamos.
Voy a su oficina y firmamos el acuerdo con la cifra que habíamos hablado, más los días que trabajé ese mes. Hasta son generosos.
Por fin se ha terminado.
Ahora queda pensar qué hago con mi vida…
Después de esta odisea me lancé a la aventura y empecé a escribir. Como consecuencia publiqué mi primer libro sobre mis Historias de Amor y Sexo alrededor del Mundo.
Compra Ahora en Amazon
Deja una respuesta