Después de una guerra judicial de seis meses contra el banco donde trabajaba, llegué a un acuerdo con ellos para dejarlo y aceptar un dinero. Lo que cambió mi vida.
A partir de ese momento, me dedique a pensar que hacer con mi futuro. Tenía dinero en la cuenta y ninguna obligación.
No tenía ni mujer, ni novia, ni hipoteca, ni perro, ni gato. Era totalmente libre.
¿Qué harías tú?
La idea tradicional sería buscar otro trabajo, pero algo dentro de mí me dijo que ni hablar.
¿Qué hago con mi vida?
Un amigo me puso la idea en la cabeza la idea de dar la vuelta al mundo y luego se tiró atrás. Descarté esa opción, pero tenía otra en la cabeza.
Algunas amistades me hablaron muy bien de Australia. Me dijeron que podría ver unos paisajes increíbles y animales muy curiosos.
Los famosos canguros son un reclamo llamativo. Después de verlos tantas veces en documentales y dibujos animados, quizás sería el momento de poder admirarlos en vivo.
¿No sería increible?
Mientras estaba pensando que hacer, mi ex-compañera de trabajo me explico que a la hermana de una amiga suya se la había comido un cocodrilo en Australia. Se metió en un lago que no debía y nunca más se supo.
Ese es uno de los problemas cuando vas a un país desconocido. Has de saber que no en todos los sitios puedes hacer lo mismo que en casa.
En Europa te puedes bañar en cualquier lado, lago o playa, y no pasa nada. En Australia u otros países has de vigilar.
Después de escuchar esta historia me asaltaron algunas dudas. De cualquier manera hablé con bastante gente antes de tomar mi decisión y nadie tuvo problemas.
Fue una decisión difícil. Tenía mucho miedo, no por los cocodrilos, sino porque era la primera vez que iba a viajar solo. Honestamente, estaba aterrorizado.
Pensaba que no sabría que hacer allí solo, ni como ir a los sitios, ni donde dormir, ni nada.
También me preocupaba que con mi pobre nivel de inglés no pudiera comunicarme con nadie.
¿Qué haría si me pasaba algo? ¿Qué sería de mí?
Era un miedo irracional, como es en la mayoría de los casos.
Un día finalmente decidí que podría lanzarme a la aventura e ir a Australia y miré el precio de los vuelos por internet. Simulé que iba a comprar el billete más de tres veces.
Seguí todos los pasos hasta el final. Entonces en el último momento cancelaba la order.
Unos días más tarde reuní el valor para tirar adelante y llegue otra vez hasta el botón que dice confirmar. Mi pulso estaba muy tembloroso. Tanto que no acertaba a darle al botón.
Al final lo apreté. Acto seguido me arrepentí y salte gritando “¡¿Pero que has hecho?!”
Inmediatamente intenté cancelar el vuelo, pero por problemas con internet no pude hacerlo.
Después de ese ataque de pánico intenté calmarme y pensar que quizás podía pensármelo con calma. Si finalmente lo quería cancelar, todavía tenia tiempo.
Me pase un par de semanas dándole vueltas. Me costaba horrores dormir. La idea de ir solo me aterrorizaba.
Empece a tener mala cara y a perder peso. Intente engañar a mi cerebro de nuevo para no pensar en el tema y dejar que los días pasaran hasta que se acercara el día del vuelo. Y así fue.
Camino al aeropuerto
Llegó el día de partir hacia Australia. Era una fría mañana de invierno, sin embargo, no tenía nada de frío.
Solo sentía una enorme sensación de felicidad, libertad y alivio.
No me imaginaba que todo el terror que tenía en el cuerpo desaparecería y me sentiría en una paz total.
Cuando iba de camino al aeropuerto, el sol justo estaba saliendo. Tal y como estaba sentado en el autobús era como si estuviera avanzado en dirección al sol.
Me sentí como un astronauta que va hacia la lanzadera espacial. Listo para dirigirse a lo desconocido.
Y para mí, así era.
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