Nací en una familia rica. Pero no rica como se piensan algunos. Rica de tener comida en la mesa, ropa para vestir, que venía en muchas ocasiones de mi hermano mayor, una habitación compartida con él y poco más.
En todo caso, puede estudiar en una escuela que estaba bien, comprar libros para estudiar, y tener dos batas de niño, que eran el uniforme de la escuela.
No era tan buena como para tener el uniforme tipo “inglés”.
Mis padres nunca se quejaron que tuviéramos poco. Trabajaron duro para tirar a delante a la familia. Nunca se permitieron ningún capricho.
Jamás hicieron algo por ellos fuera de lo normal. Lo poco que tenían se lo gastaban en sus hijos, dos niños y dos niñas.
Mis padres tampoco se lamentaron diciendo que la vida era injusta ni nada parecido. Lo que si que hace mucha gente al día de hoy, incluso teniendo muchas más cosas que ellos en aquel entonces.
Mis padres sabían que ellos se habían metido en esa situación y lo aceptaban. Mientras, intentaban hacer lo mejor que podían.
Como nunca se quejaron, cuando era pequeño, nunca entendí porque no podían comprarme todo lo que quería o tener más comida en la mesa. Me habría gustado comer un poco más de carne y tener algunos juguetes más.
Cuando me fui a vivir solo, lo entendí todo enseguida. No hay nada como pagar tus propias facturas y tu propia comida para darte cuenta de lo que cuestan las cosas.
India y Filipinas
A parte de eso, viajar durante años por países mucho más pobres como Filipinas o India, me ayudo a darme cuenta de lo afortunado que soy.
En INDIA, por ejemplo, ves muchas personas viviendo en la calle que no tienen nada. Solo tienen lo que llevan puesto. No tienen servicio sanitario universal ni nada parecido.
En MANILA, vi a familias enteras durmiendo en la calle con unos cartones como cama.
Lo peor, por eso, son los niños que no tienen ni padre ni madre. Se juntan en grupos para sobrevivir y en muchos casos acaban en mafias que se aprovechan de ellos.
Filipinas e India han sido los países que más me han impactado en ese aspecto. Y también los que me han hecho darme más cuenta de lo afortunado que soy.
Nunca he sido una persona de quejarme demasiado. Y desde que visité esos países he dejado de quejarme.
¿Y tú?
Deja una respuesta